lunes, 3 de agosto de 2009

Un poco más de garra

Siempre lo mismo, iterante. Irritante.
Si la madre una campera con borde de piel, ella campera con borde de piel otro color. Si la tía y la madre de vacaciones al norte, ella de vacaciones al norte. Si la tía, la otra tía, la prima y la madre jogging con zapatillas, ella jogging con zapatillas. Si después de los treinta y largos pelo corto, allá se fue solita a la peluquería de Nildi. Obedientita la chica.
Maby no había pisado un gimnasio en su vida luego de terminar el secundario. Ir al gym, como decía su amiga la Graciela, era como de las revistas, vamos che, no es para vos Maby, decía también su amiga la Graciela, que se parecía bastante a una serpiente no muy venenosa.
Ella, Maby, laburaba que laburaba, afuera y adentro; limpiaba hasta los picaportes de esa gigantesca casa. Te paso el plumero, te baldeo, te refriego las baldosas que se lustran solas, mirá como brillan. Asco al laburo Maby nunca. Se bancó cada cosa. A las relaciones afectivas, más o menos. Tuvo un par de novios con los que no llegó ni a los canapés. Las amigas con salidas grupales le provocaban terror casi fóbico.
Ella se movía con las salidas cuasi religiosas con tout la famiglie, el trabajo, la limpieza, los tejes y manejes cargados de prejuicios entre la parentela omnipresente, los mitos construidos a fuerza de repetir frases aprendidas en el canal infinito o de escuchar a Nequi Galloti y la torpeza habitual que provocaba risas ajenas y muletillas infundadas, y no andaba con tiempo de pilates o aeróbics tampoco. Alguna vez intentó en un club patalear en una pileta climatizada pero no duró mucho.
Miri, que andaba bastante desaparecida de la vida de Maby porque ya no se la bancaba mucho, le parecía una mina prematuramente vieja llena de tics nerviosos, conversaciones atropelladas y repeticiones temáticas ad infinitum del tipo: "...dicen que..." ; jamás una opinión personal, un descubrimiento intelectual de resolución con impronta propia; imitación por la imitación misma.
Digo, Miri se veía cada tanto con Maby, bien cada tanto. Sostenía las conversaciones interminablemente telefónicas porque ya estaba habituada y finalmente respondía por costumbre y en algún momento que se encontraba con defensa baja y vulnerablemente indispuesta le decía que se encontraran a tomar mate. Y a comer.
No nos engañemos, Maby le esquivaba a la gimansia o a cualquier tipo de deporte como los automovilistas al granizo repentino en la autónoma ciudad de Buenos Aires.
Eso si, el jogging de temporada, plush o towel, camperita compossé, siempre se renovaba.
Otro sí digo: el elástico en la cintura luego de los cuarenta es un peligroso pseudo amigo. Agazapado hasta la marca en piel rojiza y con picazón, te acomoda el cuerpo como el hilo al matambre casero.
Miri se había atrincherado en un solos y solas, le parecía un trago patético a veces, como también le parecía patético las solas que se manijeaban en facebook haciendo comments de superadas.
Girls si hay soledad, suspendan frases de Paulo Coelho...
A salir de ese estado apático, de esa actitud desvalorizada, de ese bajón, de ese mirá como te ignoro, no te contesto mails, ni te escribo ni te texteo, y es como que ando ofendida, desinteresada de tu vida. Sí. Así andan ofendidas con la vida que se deciden cada día a vivir.
La puta que vale la pena estar vivo a lo Héctor Alterio dixit y por cuatro paralantes de home theater les grito my dears.
Así sentía Miri. Y una mezcla de triste amor y lejana comprensión por mujeres que se dedicaban a ser infelices y amargadas hasta las agmígdalas y leyendo la Cosmo, a agenda completa de eventos vacuos.
Hasta que Maby optó por no serlo. Igual ella Cosmo no leía. No leía y punto. No te digo que un príncipe azul, no uno de esos, pero alguno sin caballo y con sueldo mensual tenía que aparecer. El amor te encuentra, vos estás atenta o no. Continuará.





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