lunes, 27 de noviembre de 2006

Me faltó poco para ser médica...obvio



Tengo 17 años y camino por la clínica con mi guardapolvo abierto, como una médica.

En realidad no paso de asistente de médico, que es mi trabajo; es mi primer trabajo después de terminar la secundaria, y creo que cuando cumplí los 11 tuve la fantasía, por quince segundos, de ser pediatra. Asisto al médico que hace electroencefalogramas. Al lado de este consultorio está Ginecología. La sala de espera tiene dos pacientes, mamá e hija supongo. La chica se levanta, va al baño, la veo cerrar la puerta desde donde estoy sentada.A los quince minutos una voz me pregunta:


- Me puede acompañar Doctora?


Y yo, por supuesto, sigo a la madre que había quedado en la sala. Que importante me siento.Vamos hasta el baño, golpeo, nada, abro la puerta y la chica que había entrado está tirada en el piso llorando.Me arrodillo, delantal abierto, mis pelos largos en la cara mía y de ella, nervios.


- Qué te pasa, le pregunto.


- Me duele, grita. Y ahí nomás veo un charco.


No es pis esto no?, pienso, a mil, a la velocidad de la luz, dónde están los médicos por favor!!! Esto es una clínica por Dios!!!!! Por qué a mí ésto!? Empujo a la señora y corro por los pasillos. Me encuentro con Jorge, el psiquiatra. A los gritos le explico que algo le pasa a la chica , y él por supuesto no entiende nada , y le agarro el brazo, lo llevo al baño. La señora sigue ahí en la puerta, la chica en el suelo. Jorge se arrodilla, millones de milésimas de segundo pasan hasta que escucho:


- Llamá a la ambulancia, está pariendo!!!


Ay Dios! Se podrán imaginar mi corrida por las escaleras hacia recepción, el teléfono, pedidos de auxilio y yo... buscando toallas y agua caliente. Mucho cine y telenovela. Mucho cine es por lo del agua caliente. Quién vió que las enfermeras al entrar a la sala de parto estén calentando agua? En realidad el agua es para bañar al recién nacido, higienizar a la madre to be. Las toallas, en el cine, las usan para parar la sangre. Mucha telenovela. Después de la corrida , volví al consultorio donde debía seguir tipeando los diagnósticos en los análisis que teníamos que entregar al otro jueves. Me temblaba todo, necesitaba tomar algo, antes de que... me desmayara.


Eso fue lo que pasó. Hubiera sido capaz, en el momento que esa chica estaba en el suelo, de levantarla en brazos y bajarla por la escalera; de ayudarla a dar a luz; de cachetear a la madre para que se despabilara de la vida y nos diera una mano. En el momento la fuerza bruta de la demencia. En realidad de mi inconciencia. Luego, adrenalina o no, soy un trapo. Y ahí el desmayo. Cuando me reanimé, me sirvieron té con galletitas y me visitaban las chicas de recepción en el consultorio donde me habían hecho acostar y me enteré que la chica llegó al hospital casi pariendo, ni agua ni toallas ni un corno!


Si, todavía hoy creo que esa chica no tenía idea qué le pasaba ni cómo le había pasado. Y es así. Y la madre menos. Idea.








No hay comentarios.: