lunes, 2 de julio de 2007

Perú 6

Nuestra última excursión fue en el taxi de Martín, guía local, que había llegado a Cuzco con 8 años, luego que su mamá falleciera y tanto él como sus ocho hermanos se dispersaron en Perú. Hoy ya adulto, Martín pasea a turistas como nosotros, vagos de caminatas y ansiosos de conocer sitios de los no turísticos. Así que partimos a las 8 de la mañana en punto de la posada, con la persistente llovizna y el frío de la altura con todo vigor.
Llegamos entonces, viendo las nieves de los andes en el fondo, y la helada en la ruta, a nuestra primera parada. Ruinas de Puca Pucara, de tono hispánico colonial. Poco quedaba de la auténtica cultura inca, que había sido arrasada. Ahí nos muestra Martín que el pico nevado que veíamos en el fondo contra el cielo, era el Monte Verónica. Que tenía una linda historia. Y sin más nos hizo subir al auto. Continuamos viaje y llegamos a Maras. Cruzamos un pueblo detenido en el tiempo, subiendo la montaña, subiendo, con destino a Moray. En los costados de la ruta mujeres trabajando en la misma. En los campos cultivados, mujeres y hombres trabajando. Unos nenes corriendo, saludándonos, que se dirigían a una escuela, que pasamos. De algunas casas de barro, de la puerta, salía un palo con un trapo o bolsa plástica de color rojo. Cuando le pregunto a Martín su significado, me respondió que en esos lugares se vendía chicha. Yo quería probar y me prometió que a la vuelta parábamos en alguna casa a comprar. Maras, a 40 Km. de Cusco, tiene Salinas, iglesia colonial y es paso obligado a las tierras de cultivo de Moray, ubicada a 74 Km. de Cusco.
Este lugar es impresionante. Sus terrazas circulares de cultivo, anfiteatros, que bajamos hasta el centro nos dejaron con la boca abierta. Flores lilas y amarillas, de la papa, estaban por todos lados. Hay varias terrazas que se están recuperando y acondicionado todavía, y dependen del dinero que se les destine para esos trabajos. Los sistemas de irrigación son increíbles y según nos comentaron eran puestos experimentales de cultivo de diferentes especies de plantas en altura.

Regresando, subimos a Tipon, con hermosas caídas de agua y un mirador impresionante; visitamos Piquillacta, una ciudad preinca con diversas estructuras, una gran muralla y albergaba una población de casi 10000 personas. Las casas tienen dos o tres pisos. Y están en un increíble estado de buena conservación. Allí, Martín nos contó, que en esta ciudad, la hija del jefe debía casarse, y para ello su padre citó a dos chamanes para que presentaran solución para ingresar agua a la ciudad. Su hija estaba enamorada del representante de Cusco, que por supuesto no ganó con su proyecto. Por lo tanto como debía casarse con el otro, su enamorado se ahorcó y ella partió sola de la ciudad con destino a los andes, muriendo de frío y convirtiéndose en el imponente Monte Verónica. Ahí cerró la historia de la mañana. De vuelta a Cusco probé la chicha. Por 30 centavos de sol, me sirvieron una bebida turbia con espuma y de color té fuerte y con un sabor para mí agradable. Convidé a Martín, quien tomó conmgo y mis amiguetes ni se dignaron a probar. Regresamos a la posada, dormimos y salimos a la mañana siguiente a Lima.
Hicimos un City Tour por 5 soles cada uno, subimos con el mismo al Cerro San Cristóbal, los tipical monumentos históricos de la ciudad y paseamos por las nuestras en la Plaza Mayor, Estación Central y el Barrio Chino.
Desarmados de cansancio nos tomamos el avión de vuelta y nos pusimos a programar nuestro próximo viaje. Que ya está en marcha.

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