martes, 31 de julio de 2007

Una cara que no veo y recuerdo

Son los ojos más hermosos que jamás ví. Ojos celestes transparentes de milenios de Polonia y otros lares que nos va dejando el adn. Le decían que se parecía a Jesús. Y le tocaba ese papel en la obra de teatro. Revolución Mental. Y esa ternura de mirada, que a la vez es fuerte y sostiene. Marca.
Curiosa. Desaprobatoria. Aprobatoria. Los dientes, sin caninos, blancos manchados, pero no mucho, de amarillo. No perlados. Naturales. Y dale con el cigarrillo. No lo deja. No lo deja.
Barba, que se corta y se alarga y encanece. A lo largo de todo este tiempo. Va pasando el tiempo. Mucho, ya la mitad. Y la mitad juntos. Era.
Te traigo y me conmuevo.
Me emociona. Te tengo acá, mirándome, sonriéndome. Casi como aprobando. O no. No. Hoy no estás aprobando.
Como el primer momento. Como aquella vez de la pizza en Laprida y Berutti en la primera clase de teatro. Lío, descontrol. Revuelo, incógnitas.
Como aquella vez con lágrimas donde te amé hasta la amistad.
Como aquella vez con Chopp en Puerto Rico y mis altas psiquiátricas, todo under.
Como aquella vez del llanto imparable de angustia y temor a lo Alfonsina Storni, sentados en las butacas del teatro, en Mar del Plata, donde hubo casa, nombre y comida. A qué tenés miedo? Me preguntaste.
Como en los viajes en taxi que duraban horas y horas. Y sí, era una taza de café nomás, dejame que te diga, eh? Vos insistías en que era una cebolla. No aprecié tu imaginación mientras practicábamos rituales de limpieza espiritual con vinagre blanco y sahumerios. Que asco!
Como las veces que me hiciste primera bailarina, protagonista de fotonovela y enloquecer en una ventana. Seguí participando linda! Y hasta me hizo ganar un premio.
Como en las madrugadas navideñas poseídos por los reyes magos y otros duendes. Con más apellido tradicional bodeguero y algún escocés arribado a estas costas transformados en líquidos elementos.
Y esos rulos jesuíticos indomables fueron tan largos como la melena de un león, que se acortaron hasta raparte. Y los lobos marinos de La Rambla se doblaron de risa.
Y canas. Que querés domarlas y dominarlas. Hasta que te pudrís de todo y largás el gel.
Rasgos marcados de tanto sufrimiento pasado. Y no sólo por vos. No sólo tuyos. La historia.
Desde meterme en tu pensamiento y mente para sentir tu pasado. Las pérdidas siempre presentes. Que me angustia tanto. Duele. Seguimos adelante. Ambos.
Y hasta sentirme rodeada toda y yo única en el abrazo y beso de bienvenida. Siempre. Debatiendo mis celos y mis inseguridades. Sintiéndote que sos y estás ahí. Eterno príncipe azul.

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