jueves, 11 de febrero de 2010

Palabras, palabras

Por estas cosas de la reproducción de la especie humana me encuentro rodeada de niñitos, bebés y otros varios que están por arribar. Me encanta. Son todos ellos maravillosos, son amados desde el vamos y haré todo aquello que  quiero para brindarles amor, educación, amor y más amor.
Todo muy lindo,  me sale muy bonito esto del amor. De palabra me sale muy bien.
Intento, procuro, me ocupo de aportar buenos mensajes, tratando de utilizar palabras que no sean ofensivas, ni despectivas. Lo intenté con mi hijo, lo intenté muchísimo. Lo hice. Lo hice porque me dí cuenta del poder de la palabra.
Recuerdo una conversación con Sandra en el bus de Tienda León que utilizabamos para ir y venir de Ezeiza donde trabajabamos, cuando no había compañero/a amoroso que te tirara cerca de alguna parada de cualquier medio de transporte público. No teníamos una excelente relación laboral ni amistosa. Era una relación politicamente correcta.  Sandra, ahora lo sé, me provocaba inseguridad e inestabilidad laboral. En esa charla, yo hablaba sobre mi hijo, no recuerdo el tema si serían sus cualidades para el Street Fighter o su capacidad para realizar cuanta actividad artística se le ocurriera como aprender a tocar la trompeta a modo de ejemplo. Me refería a él como " el enano". Que el enano esto, que el enano aquello. Sandra me preguntó de pronto por qué llamaba a mi hijo así. Me costó responderle, no supe. Creo que le dije algo así como que no es tan grande y realiza cosas de grande, habla desde los seis meses, o qué sé yo. No era una cuestión de altura física que Santi venía desarrollando en forma adecuada a su edad según las tablas convencionales. 
Apeló a mi intelecto. Pensalo, me dijo, un enano esta impedido en su naturaleza física de crecer, es una cuestión genética, y nada  le impide crecer hasta alturas gigantescas en su inteligencia y en el uso de ella. ¿Vos que querés para tu hijo? ¿Qué no crezca de dónde? 
¿ Qué le estás diciendo?
Ya lo creo que me hizo reflexionar.
Cuidé las palabras. Cuido las palabras. Provocamos terrores, odios y desamores muchas más veces con ellas que amor, agradecimiento y confianza. 
A los amigos, conocidos, familiares, parejas, y a todos los demás también. A los que queremos y a los que no. A propósito o sin darnos cuenta. Nos justificamos siempre.
Recibimos a bebés en los brazos diciendo con voz de ratoncito de película mal traducida "loquito" (¡?), nombres de insectos varios como gusano, bichito. 
La palabra ¡Pobre! es usada hasta si el bebé/niño eructa feliz luego de una panzada de comida. ¿Pobre de qué, de dónde?
He escuchado hasta "basurita", ¡con amor che, le digo basurita, con amor! Y cómo te sentirías VOS si llega tu pareja a tu casa y te saluda con un gran abrazo y un: ¡ Hola Basura, Basurita como te extrañé! Qué te diga AMOR, verdad? Es más que hermoso y suficiente.
La palabra condiciona, nos condiciona. La palabra debe condicionarnos para sentirnos bien, hacer sentir bien a los otros. Buenas palabras, buenos pensamientos, buenos mensajes.
Hoy se pone música a un bebé mientras está creciendo en la panza, los padres les hablan, las terapias solicitan hablar a bebés en incubadoras. 
Es el sentimiento y la emoción de la voz que llevan las tan deseadas palabras de amor, aliento, afecto, seguridad, confianza. 
Crecé, crecé sano, te esperamos con amor, acá estamos, te deseamos, acá estoy, sos maravilloso, vos podés, te abrazo, te besamos, te amamos, sé feliz, sé feliz cada día, gracias por ser. 



Te amo.

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